Madrugar un día feriado. Sentarse dos o tres horas en el pavimento todavía con la marca de las sábanas en el rostro. El café con leche aún no hace digestión. La resaca te mantiene en un insomnio prolongado. La banderita cubana se yergue sola porque a esa hora no hay fuerzas para levantarla. El bebé sigue dormido en los brazos. Risas aquí, bostezos allá. La emoción de encontrar a tu gente entre tanta gente. Los primeros rayos del sol. La ciudad (hace ratos despierta) que se espabila. Es 1ro de Mayo en Cuba, en La Habana.
Comienza la conga y los reflejos se aceleran. Para arriba
los carteles, a estirar los pliegues de la camisa, y las piernas. El himno. A correr que hay un hueco, más suave
que pisas al de enfrente. El rubio aprieta temprano. Un trago, agua, el
caramelo para evitar la hipoglicemia. Viva, viva, viva. Y los brazos se quieren desprender ante las
cámaras. Ahí está el saludo que todos esperan, el sombrero de yarey desde lo
alto de la plaza. Viva, viva, viva.
¿Dónde está la guagua? Pelli o chicharrón de viento, mariquita,
tukola, los contenes cubiertos de cucuruchos de maní. El policía de tráfico. La
ambulancia. Más pasos al unísino, ya no por el proletariado mundial, sino para
llegar a casa. Otra vez las sábanas.