lunes, 2 de marzo de 2015

La felicidad en la monogamia



Seguramente ustedes, al igual que yo, conocen a algunas parejas que pelean todo el tiempo, como también se cuestionan el por qué siguen juntos si en definitiva, qué de romanticismo o de felicidad puede haber en ese tormento de relación. Los motivos pueden ser miles, desde los más comunes y cotidianos hasta aquellos insólitos que la razón desconoce. En este monólogo restrospectivo pretendo contar una de esas historias, no tan rara, pero sí un poco ambigua; el "qué" ocurrió entre los personajes, lo deciden ustedes, y les agradecería que me lo contaran al final. Espero sus comentarios.  



I
No para de llover. Es tu culpa, por caprichoso. Todavía no entiendo qué hago aquí. Ahora pudiera estar tranquila en la casa, tomando un buen baño, oliendo a limpio y no a pescado curtido, sin este sarro en los dientes que me tiene gastada la lengua. Tengo arena en todas partes, ¡ay qué molesto!, y la piel pegajosa. Te lo dije, te lo dije...pero nunca me haces caso. Hablar contigo es lo mismo que hablar con esa cabeza de pescado que lleva días ahí al antojo de los cangrejos. En tu vida habías ido de excursión. No entiendo el deseo frenético de venir a este lugar lleno de dienteperros y uvas caletas. Si tu intención era arreglar las cosas no creo que la naturaleza haya cooperado, los mosquitos me tienen desangrada, solía ser una mujer y no una roncha con pelos. No sigas con eso... ni que no fuera suficiente con la peste a salitre y comida descompuesta para que también obligues a mi nariz a respirar tus flatulencias. Está entrando agua, levántate. Qué te levantes te digo. Dame tu pulóver...no me vengas con negativas y ayúdame a secar. ¡Aaaayyy, ayy...mátalo, mátalo...ahí, mátalo...ahíiiii... ¿estás ciego? Cobarde ni cobarde, mira tu magnífica idea de pasar un fin de semana en lo que se ha convertido: un infierno. 

II
Nunca me creí ese cuento del carrusel. Yo lo vi todo, aunque hayas intentando confundir mis recuerdos no hay explicación lógica para eso. Tengo testigos y testigos confiables. Que bajo caíste, mira que utilizar a tu hermanito para tan sucio propósito. Ojalá te hubieras mareado y vomitado encima, decirme que estabas borracho sería un mejor pretexto, o al menos yo me sentiría feliz de observarte cubierto de inmundicia que es lo que te mereces. ¿De haberte imaginado que me iba a aparecer por ahí qué habrías hecho? La verdad fue mejor así, de lo contrario ahora seguiría ignorando de qué pata cojeas y creería ciegamente en esa farsa de príncipe azul que has construido en todo el tiempo que llevamos juntos. Tú mismo me quitaste la venda de los ojos, no pretendas volver a cubrirlos porque ya no confío en ti. 

III
Cómo se ha demorado en llegar. Me dijo que hoy regresaba temprano y ya el cristal del reloj está a punto de reventar de tantas veces que lo he mirado. Me duelen los pies, esa caminata buscando su regalo acabó conmigo. Espero que le guste lo que le compré porque estoy segura que más nadie en el mundo lo tiene. ¿Qué estoy pensando? Obvio que le va a encantar, ¿a quién no? Se va a enfriar la comida, con lo que me esmeré haciéndola. Ay, olvidé lo más importante: el vino... calma, creo que tengo una botella guardada ¿Dónde está? Cómo me pudo pasar esto, si llevo una semana planificando este momento, haciendo maravillas para que él no se dé cuenta. Voy a comprarlo. La tienda a la que fui la vez pasada está un poco lejos para ir caminando. Cogeré un taxi. ¡Taxiiiiii! ¡Taxiiii! ¿Cuál era el vino…? Ah ya, ojalá haya de ese todavía.  Pero… Señor deténgase un momento por favor. Frente a la entrada del parque si le es posible. ¿Puede esperarme?  

IV
Había encontrado al hombre de mis sueños y por fin calmaba ese mundo interior de constantes sobresaltos y abandonos. Dejé atrás el bullicio de las fiestas y las aventuras naturalistas para cocinarle, lavarle y juntos destender la cama todas las noches. No sabía de responsabilidades ni de seriedad y de buenas a primera era la única responsable de mi propia vida. Acogí con beneplácito la rutina hogareña y descubrí en la monogamia la felicidad. Orgullosa presenté a mi hombre en la familia, el primero en 30 años, así mi cuarto de la infancia, la adolescencia y la juventud, dejó de ser clandestino. Ya no importaban los de afuera, ni los oídos chismosos, ni las fantasías de la abuela, ni los pensamientos angustiosos de mamá, ni las intrigas resabiosas de papá. A juzgar por las novedades la eterna "niña" había madurado.

3 comentarios:

  1. Muy bueno este post, me encantó desde el primer momento en que comencé a leerlo y me di cuenta de la retrospectiva que refleja. Gracias Lia por traernos tus entregas, deberías hacerlo más seguido. Más de uno lo agradecerá estoy seguro. Besos

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  2. Gracias, tendré en cuenta tu consejo. Besos para ti también

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  3. Me gustó mucho, solo espero que no sea autobiográfico, y sí es así pues felicidades, eres muy valiente.

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